Réquiem por un bar pamplonés: el Hawai
En las postrimerías de agosto, Pamplonews anunciaba el adiós al Bar Hawai, sito en el número 14 de la Calle Navarro Villoslada.
El descalabro se consumó el pasado miércoles 25 de septiembre, después de más de 60 años de historia. Como informaba el boletín, parece que los dueños del local decidieron no renovar el contrato de arrendamiento.
Antes de eso, un doce de septiembre, después de una dura jornada de teletrabajo, con los sentidos embotados por el cambio drástico de las temperaturas en Pamplona y el enclaustramiento laboral, sentí la necesidad de caminar y despejarme.
Mis pasos inciertos me sorprendieron encaminándome al centro de Pamplona, a la Plaza de la Cruz. Sin casi darme cuenta, me planté frente al Bar Hawai. Y con cierta congoja, entré al local moribundo, decidido a darle la extrema unción gastronómica.
Me había sorprendido su aspecto exterior, que anunciaba un regreso al pasado, considerando su aspecto arcaico y deslustrado, en la Pamplona del siglo XXI, pródiga en bares ultramodernos, de estética tan cuidada.
Al bajar las escalerillas, descubrí una estancia reducida, con escasas mesas de madera y un pasillo central angosto. El local estaba lleno, un ambiente alegre de «juernes».
En la barra, Paloma, como una digna heredera de la orquesta del Titanic se desvivía por atender a todos los clientes. El tirador ya era meramente ornamental, y las cervezas se servían en botellín únicamente. Se podía vislumbrar al fondo de la barra al cocinero afanándose en la preparación de una tortillas de patata, la especialidad de la casa.
Me acodé en la barra y me dediqué a observar la decoración del bar. Enseguida me identifiqué con los pósters y figurillas de Tintín, las raquetas de tenis de estilo clásico, como sacadas de «Extraños en un tren», de Hitchcock; o las referencias a Osasuna, con fotos de jugadores firmadas y dedicadas. También cohabitaban en un complejo equilibrio estético algunos viejos carteles taurinos.
Me sorprendió la juventud de la clientela. Grupos de jóvenes reían y bromeaban, fingían ser los titulares de la reserva de última mesa disponible, usurpando la identidad de otros consumidores, con una sonrisa cómplice. Sin duda las numerosas residencias de estudiantes de las inmediaciones nutrían de parroquianos amateurs al viejo establecimiento. Mi padre me dijo que él solía acudir a ese bar con sus amigos cuando era estudiante, en los años 60.
No parecía el ambiente triste de un negocio en vías de extinción, sino al contrario, una alegre reunión social, posibilitada por un entorno acogedor y la simpatía de Paloma, su complicidad con los clientes, la calidad excelsa de las tortillas, hechas a medida, al gusto y apetito del consumidor. Un ecosistema alegre y acogedor, auténtico.
Me venían a la mente todas aquellas canciones pop de los ochenta, como «Esto no es Hawaii (Qué wai)» de Loquillo, o «Hawaii-Bombay» de Mecano. Aludían a esos paraísos artificiales a los que de vez en cuando necesitamos huir, en medio de la cotidianeidad que nos consume cada día. Hawai sigue siendo ese destino soñado para muchas personas, influenciadas por tantas series y películas americanas.
En la canción «The Bar», de Roger Waters, el músico inglés representa el bar como un lugar mental, el sitio donde todos existimos a placer, y donde la charla, los abrazos y las risas permiten a las personas socializar.
Sin duda el Bar Hawai ha logrado con éxito, durante más de 60 años, ser ese lugar de recreo, ese espacio propicio para reencontrarse con un amigo, quedar con una cita, hacer borota, huir de los agobios de la vida por un rato, recuperar fuerzas con una tapa preparada con cariño o tomar el vermú antes de comer con la cuadrilla.
Ahora, una fría decisión empresarial cercena un paraíso en medio de Pamplona que sin duda dejará un hueco en el corazón y la memoria de tantos pamploneses que algún día entraron allí a pasar un rato de sus vidas.
Pero quizá un día desearán sobre una estrella y se despertarán en un lugar donde las nubes hayan quedado muy atrás, un lugar donde los problemas se desvanezcan como gotas de limón. Allí, en el Bar Hawai, será donde se encontrarán.
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