Ellas cuentan la historia

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Crédito: @Arnaucomics

El preceptivo café con Baileys el sábado por la tarde después de una opípara comida de primos en el Al Cachopo (guiño al celebérrimo mafioso de Chicago) de Sarriguren, meca de los cachopófilos de la capital del viejo reyno, preludiaba una magnífica mañana de domingo asistiendo al Teatro Gayarre para presenciar el soberbio concierto de la Pamplonesa Ellas cuentan la historia.

Me emocionó volver al Gayarre, como un absoluto Serenus Zeitblom. Hacía eones que no acudía a su patio de butacas atercipelado como un durazno, para olfatear cual dogo argentino su característico olor a crema de manos, maravillarme con sus impolutas letrinas.

Recordé con emoción una de las primeras veces que acudí a este templo de la cultura navarra para ver una representación de Edipo Rey con el colegio, aunque tuviésemos que perdernos el Madrid-Barça para conmovernos de espanto ante las tropelías metafísicas del héroe de Sófocles.

5 piezas musicales, 5, maravillosos paisajes sonoros urdidos por cinco compositoras que nos llevan de la mano a recorrer la historia a través del ruido eterno.

Impresionante comienzo con nuestra Pamplonesa, bajo la batuta del director invitado Luis Orduña Ridruejo, percutiendo palos y piedras como los hombres-mono de Kubrick en 2001 odisea en el espacio, en la obra «Stonage» de Sara Galiana.

La villafranquesa Vanessa Garde, heroína de la composición de bandas sonoras, primera mujer en dirigir en concierto a la Pamplonesa, nos trasladó a la edad media con su tríptico «Estampas Históricas».

La primera parte del concierto la cerró la compositora castellonense María José Belenguer con «Bajo el Puente de Las Palmas«, una obra que aúna el folklore extremeño con la leyenda de la Dama Blanca de Guadiana, en la que una mujer presenta una extraña querencia por ahogar hombres en el río. Un misterioso inicio que nos lleva después a las complejidades del alma humana a través de una hermosísima melodía.

La segunda parte da comienzo con la obra «Renacimiento», de la vitoriana Silvia San Miguel, que acudió a la interpretación de su obra y nos contó que su nombre está ligado a Pamplona, dado que su madre estudió en la capital navarra, donde conoció a su mejor amiga y compañera de estudios, del mismo nombre. Silvia nos deja una hermosa metáfora: «Cada composición nueva es como un acto de renacer, como una semilla que ha estado esperando el momento adecuado para germinar y brotar».

La valenciana Raquel Sánchez nos recordó que cuando se cierra una puerta se abre una ventana, culminando el mágico y misterioso viaje musical del mediodía pamplonés con «Open Window», una reflexión sobre la vida como un camino hacia algo mejor.

Una soberbia matinée musical con nuestras mejores compositoras, músicas excelentes todas ellas, formadas en las mejores escuelas y conservatorios del mundo.

A la salida, todavía emociondo por el concierto y mientras apuraba un zurito de cerveza emparejado con un pintxo de foie, ascendiendo al edén gastrónomico en El Gaucho, me preguntaba por qué un programa musical de esta grandeza no había atraído a un mayor público joven y de mediana edad. Efectivamente, las butacas del Gayarre estaban pobladas de nuestros conciudadanos en el otoño de la vida, en su mayor parte.

Sin duda es un motivo de alegría que este sector de la población se ilumine con espectáculos de esta calidad, aunque es triste pensar que esta música nueva, sublime, no encuentre oídos más jóvenes. Y el precio (cuatro euros por entrada) no era una excusa. Un simbólico tributo para acceder a un mundo maravilloso.

Ya lo dijo Malcom Arnold: «la música es el acto social de comunicación entre la gente, un gesto de amistad, el más fuerte que hay».

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