Luces, cámara, ¡acción!
Crédito: @Arnaucomics
Al hilo de la lectura de un boletín de Pamplonews donde se anunciaba la búsqueda de figurantes para una película sobre la dura vida en un campo de concentración, recordaba el encuentro fortuito, hace años, con unas viejecitas que cenaban en la mesa de al lado en un restaurante de comida siria.
Compartieron orgullosas sus anécdotas como extras en varias películas, algunas de las cuales con la presencia de grandes estrellas del celuloide como Al Pacino o Juliette Lewis, y me mostraron, como absolutas divas de Hollywood, instantáneas almacenadas en sus teléfonos móviles donde efectivamente pude cotejar sus chascarrillos, viéndolas ataviadas con atuendos de época en el set de rodaje.
Buceando más profundamente en mis recuerdos cinematográficos, me he visto a mí mismo esperando con avidez la edición de los sábados del Diario de Navarra. Deseaba leer la columna de Miguel Urabayen, donde el otrora decano de la crítica cinematográfica, fallecido en 2018, diseccionaba el último lanzamiento con la precisión de un cirujano y la ilusión de un aficionado.
Tenía una sabia teoría para espigar sus películas favoritas: eran aquellas que podía ver con placer en cualquier momento, una y otra vez, separando así los mamotretos cinematográficos que los intelectuales de salón fingen amar y que el común de los mortales no puede soportar.
A veces se podía ver al anciano Urabayen merodear por la librería el Parnasillo, con su vieja chaqueta de paño azul marino: parecía un mendigo de cuento de los hermanos Grimm o el mismísimo Charlot.
En múltiples ocasiones acudimos con mi padre y mis hermanos los fines de semana al video-club Bogart para alquilar películas en VHS. No todo el material allí ofertado era excelso ni de intachable moralidad, pero por un módico precio las familias podían contemplar al unísono el blockbuster que no pudo ir a ver al cine, una jugada maestra para la economía doméstica.
El cine tenía un espacio preponderante en el ocio de Pamplona. Contábamos con varios cines en el centro de la ciudad: los Carlos III, los Príncipe de Viana, los Olite. A este último templo derruido del séptimo arte acudía cada recreo con los compañeros de clase durante los estudios de ESO y Bachiller. Nos gustaba comernos el bocadillo en la entrada, contemplando los carteles, discutiendo sobre los estrenos futuros, especulando sobre posibles repartos, jugando a ser cineastas para escapar de la mediocridad escolar, reforzando nuestras tesis cinematográficas con la ingesta de bocatas de chorizo pamplonica, catalizador del regüeldo, último recurso cuando todas las demás artes de la argumentación habían fracasado.
Fue en los cines Olite donde acudí a mi primera sesión de cine, “La bella y la bestia”, con mi madre y dos de mis hermanos. Más tarde, con los amigos de la cuadrilla, presencié las vicisitudes de Kathy Bates en la oscura y desasosegante “Eclipse Total”, que mis amigos trataban de sabotear desde las últimas filas del patio de butacas arrojando a los espectadores contritos el contenido de sus bolsas de Draquis y la metralla de las gominolas de huevo.
Otra de las primeras películas que fui a ver con ellos fue “La isla de las cabezas cortadas”, una de piratas, en los Príncipe de Viana. También recuerdo la primera película que fui a ver yo sólo: “Agárrame esos fantasmas”, de Peter Jackson. Para el recuerdo, cuando acudí al estreno de “Titanic” en los Carlos III, que contaban con la mayor pantalla sobre la faz de Iruña, o aquella tórrida noche de verano en la que fuimos a ver “El caballero oscuro” a la Morea, y parecía que toda Pamplona estuviese en la sala.
Si hay que hablar de gigantes del celuloide ligados a nuestra tierra es obligado citar a Alfredo Landa. Con una filmografía extensa, destaca su papel en “Los santos inocentes”, por el que ganó la Palma de Oro en Cannes. Ahora resulta hermoso ver jugar a mis sobrinos y a los hijos de mis amigos en el parque que tiene dedicado en Lezkairu, el baluarte del landismo.
Y es que Navarra tiene una profunda raigambre cinematográfica. Ha visto nacer a gigantes del séptimo arte como Montxo Armendáriz, que fue nominado al Oscar a la mejor película extranjero por “Secretos del corazón”.
De nuestro simpar director recuerdo con especial emotividad haber visto en el extranjero una versión restaurada de su film “Tasio”, rodada en la sierra de Urbasa y el valle de Améscoa. Nos la había recomendado años antes Idoia, la profesora de química. Fue emocionante contemplar una historia tan cercana en la lejanía del exilio.
No menos destacable es la trayectoria de la alsasuarra Helena Taberna, directora y guionista con una mirada social, con títulos emblemáticos como “Yoyes” o “La buena nueva”.
Hace nada estuvimos de nuevo a punto de conseguir la ansiada estatuilla dorada con “Robot Dreams”, producida en parte en el estudio de animación Loquiz Films, ubicado en el número 30 bis de Pío XII, en las inmediaciones del parque Yamaguchi.
En la actualidad podemos enorgullecernos del talento emergente de actrices como Clara Galle o del director Jon Mikel Caballero, otrora mano derecha del aclamado director José Antonia Bayona, filmando el making-off de la película “Lo imposible”, y dirigiendo después su propia película, en Navarra, “El increíble finde menguante”.
Navarra cuenta con lugares mágicos que nutrieron la imaginación de grandes creadores. El gran Ridley Scott rodó partes de su película “El Consejero” en las Bardenas Reales, utilizando la aridez del paisaje para representar la frontera entre México y Texas. Y el más famoso agente secreto, James Bond, pasó por Navarra en la entrega “El mundo nunca es suficiente”.
También directores como Julio Medem, con “Vacas”, o Álex de la Iglesia con “Las brujas de Zugarramurdi” han visto materializados sus espejos pintados en Navarra.
El atractivo de Navarra para la industria cinematográfica se debe en parte a su favorable marco legal. La Ley Foral 26/2016 del Impuesto de Sociedades, reforzada por las Leyes Forales 19/2021 y la Orden Foral 69/2021, establece una deducción fiscal del 45 % sobre los gastos realizados en producciones audiovisuales en la región, que puede aumentar al 50 % en casos específicos, como películas en euskera, dirigidas por mujeres o primeras obras.
Los incentivos abarcan personal, alojamiento, transporte y servicios de rodaje. Por un puñado de dólares, la Navarra Film Commission gestiona y asesora los proyectos, consolidando a Navarra como uno de los regiones más pródigas en incentivos al cine.
En nuestros días parece que el cine es una forma de ocio en vías de extinción entre los jóvenes, acechada por formas emergentes de entretenimiento como las series de las plataformas digitales, los videojuegos online, las escapadas de fin de semana. Con la popularidad de los establecimientos de moda, la gente ha perdido el sentido cultural: les parece mal pagar por una entrada de cine, pero gastar una fortuna en un capuccino o una pizza deluxe les parece normal. No se puede comprender esa contradicción.
Pero no todo está perdido. Un ejemplo de ello: el Ayuntamiento de Pamplona ofreció en varias ocasiones vales para ir al cine por 1 € para jóvenes, y afirmó que los 1.500 vales que ofreció en 2024 se agotaron rápidamente.
Del mismo modo, existe también una iniciativa dirigida a las personas mayores: el programa Cine Sénior, que en su tercera edición permite a los mayores de 65 años disfrutar del cine un día a la semana (habitualmente los martes) por solo 2 € en distintas salas de la Comunidad Foral.
Hoy, cuando nos escandaliza el precio de una entrada de cine y pagamos religiosamente por un gin-tonic aderezado con un bosque de ingredientes desconocidos, yo me quedo con el viejo invento de los hermanos Lumière.
Y es que como cantaba Luis Eduardo Aute, “Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine, y los sueños, cine son”.
La vida de Pamplona-Iruña en tu Whatsapp
Recibe de lunes a viernes en tu teléfono el boletín con la información más útil.
Muchas gracias ya formas parte de la comunidad